Noticia26/02/2023

Cuaresma, tiempo privilegiado de peregrinación interior hacia Aquel que es fuente de misericordia

En muchas ocasiones hemos presentado la Cuaresma como un camino. Hemos de reconocer que no es un camino cualquiera. Tiene un sentido de peregrinación. La Cuaresma es tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquel que es la fuente de la misericordia. Es una peregrinación en la que Jesús nos acompaña a través del desierto de nuestras limitaciones. Nos sostiene con su agua y su luz en el camino que nos conduce a la alegría intensa de la Pascua.

Partimos del convencimiento que hoy también, como en tiempos de Moisés, el Señor escucha el grito de los pueblos, de las personas que personas que tienen ansia de paz, de libertad, de amor, de solidaridad. Hay muchas personas, como en otras épocas de la humanidad, que se sienten abandonadas.

Nuestra peregrinación cuaresmal conlleva un proceso personal y comunitario, eclesial. Es un acercamiento al Dios que escucha a sus hijos. Hay un nexo especial entre nuestro bautismo y la Cuaresma. En el bautismo utilizamos y recibimos unos elementos propios que los volveremos a recordar al final de nuestro caminar, en la vigilia pascual. Todo ello para experimentar la Gracia de Dios.

Así participamos en la vida nueva, en la vida del Resucitado. Pero para ello nos dejaremos guiar por la Palabra de Dios. Cada domingo se nos invitará a recorrer diversas etapas del camino. Etapas que nos fortalecerán en los nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo.

En el primer domingo de Cuaresma subraya la palabra de Dios cual es nuestra condición de hombres y mujeres. Somos frágiles, pero podemos acoger la Gracia que nos libera del pecado. Jesús no evita las tentaciones y, a la vez, es nuestro ejemplo ante las tentaciones. Unas tentaciones que siguen existiendo en nuestras vidas, y que Jesús las vence para abrir nuestro corazón a la esperanza. Él nos guía en nuestra peregrinaje.

La Transfiguración del Señor nos muestra la gloria que Cristo. Es un anticipo de la Resurrección. Es el anuncio de la adivinación del hombre. Necesitamos apartarnos de muchas de las cosas diarias para acoger a Cristo. Jesús les enseña a los apóstoles apartarse del ruido para sumergirse en la presencia de Dios. En el tiempo de Cuaresma estamos invitados al silencio («ir al monte»), a penetrar en las profundidades de nuestro espíritu.

Para nuestro caminar necesitamos el alimento y la bebida. Jesús pide a la samaritana el agua que ella puede dar. necesitamos para nuestra vida el don del Espíritu Santo que nos hace auténticos adoradores en espíritu y verdad. Sólo el agua irriga nuestras vidas, satisface nuestra peregrinación.

Jesús nos acompaña. Es la luz del mundo. Una luz profunda que ilumina al ciego de nacimiento y también ilumina nuestros pasos hacia la Pascua. Nos pregunta: «¿Tú crees en el hijo del hombre?». Una pregunta que, al peregrinar, nos abre nuestro interior. Será la fe la que nos dará fuerzas para el camino. Será la ilusión y la esperanza de vivir como auténticos hijos de la luz lo que moverá nuestras vidas.

Y nuevamente Jesús nos dirá y preguntará: «Yo soy la resurrección y la vida. ¿Crees esto?». Es el misterio último de nuestra existencia y la oportunidad de vivir la esperanza en Jesús de Nazaret. La fe en la resurrección y la esperanza en la vida eterna abren nuestras miradas al sentido último de nuestra existencia.

El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Tríduo Pascual. Ahora bien, reconocemos que este peregrinaje está lleno de tentaciones. La tentación del tener, de la avidez del dinero, o del orgullo, o… de tantas cosas que nos apartan del sendero que conduce a Dios… Nuestro caminar estará lleno de precauciones. El ayuno, la oración, el compromiso con las personas más necesitadas…, nos ayudarán a estar despiertos, con la mirada puesta al interior de nuestro corazón y mirando la voluntad de Dios.

Son muchas las necesidades de nuestros hermanos más necesitados. Pero no podemos dar respuesta a esas necesidades materiales y sociales sin colmar las profundas necesidades de sus corazones. Nuestra responsabilidad ante los pobres del mundo es transmitirles el amor recibido de Dios. Somos amor. Jesús es nuestro ejemplo.

Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en nuestro bautismo para iluminar y guiar todas nuestras acciones. La Cuaresma nos quiere guiar a la salvación integral. Al orar a Cristo, al convertirnos a Él, al experimentar su misericordia gracias al sacramento de la reconciliación, descubrimos una mirada de amor. Nosotros también podemos transmitir ese amor.

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